El caserío de Villistoca, ubicado a 50 minutos de Tarabuco, ha quedado deshabitado. Lo que alguna vez fue un pueblo con 205 habitantes hoy solo conserva ruinas de una escuela, casas abandonadas y una capilla donde la virgen del Rosario es la única residente. La situación no es exclusiva de esta comunidad: 92 municipios han perdido población en Bolivia, según el Censo 2024.
“En Villistoca solo quedan unas 10 personas de forma permanente”, dice Teresa Arancibia, exdirigente campesina que dejó su hogar hace 10 años para migrar a Tarabuco. La falta de agua para consumo y cultivo ha obligado a la población a abandonar el caserío. “Algunos estamos en Tarabuco, otros se fueron a Sucre y Santa Cruz”, agrega.
El cambio climático ha sido el detonante del éxodo, intensificando sequías y reduciendo drásticamente las precipitaciones. En los últimos cuatro años, las lluvias han caído un 47% en la región, lo que ha afectado gravemente la agricultura y la ganadería. “Cada año las temperaturas son más altas”, advierte Michelle Vásquez, del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi).
El impacto demográfico es alarmante. En Tarabuco, la población disminuyó un 21% en 12 años, según el análisis de la Fundación Jubileo. Otras localidades de Chuquisaca también han sufrido la pérdida de habitantes: Padilla (-27,4%), Azurduy (-26,2%) y Villa Alcalá (-23,5%). El alcalde de Tarabuco, Ariel Siles, estima que al menos una docena de comunidades están en riesgo de despoblación total.
La crisis hídrica también afecta a las ciudades. En Tarabuco, el agua solo se distribuye dos horas cada dos días. En las comunidades cercanas, las familias reciben apenas cuatro turriles (2.600 litros) al mes. “No es suficiente ni para beber ni para los cultivos”, lamenta Fermín Salva, comunario de Thaya Huaca.
Las autoridades han sido incapaces de mitigar la crisis. “Pedimos proyectos de agua y luz, pero nos dijeron que no hay dinero”, denuncia Teresa Arancibia. Mientras tanto, multimillonarias inversiones en plantas procesadoras de alimentos corren el riesgo de quedar inoperativas por falta de materia prima.
La migración también ha reducido la población escolar en un 52% en los últimos 16 años. Cuatro escuelas ya han cerrado en Tarabuco, y las que siguen abiertas tienen apenas entre 3 y 20 estudiantes. El éxodo de habitantes ha sido tan significativo que Chuquisaca perdió un escaño de representación en la Asamblea Legislativa.
El futuro de estas comunidades es incierto. Sin proyectos integrales de mitigación y adaptación al cambio climático, la despoblación rural seguirá en aumento, poniendo en riesgo la sostenibilidad de vastas regiones del país.