El secuestro y detención arbitraria del gobernador cruceño no es casual, al contrario, responde a una lógica de revancha e imposición populista, a la que no le interesa la búsqueda de justicia y menos el estado de derecho. Solo para recordar, la tal Patty no conocía ni un nombre de las «víctimas de la masacre», o el pandillero alias «la Wawa», que le tiró la nariz a Colón y amenazó con «levantar al pueblo» si era aprehendido. Impunidad amparada por el propio «larama», además.
Pero también es el resultado de una «fase superior», como dirían los enfermos marxistas leninistas, del adoctrinamiento andinocéntrico que hoy toma vicios paramilitares para agredir todo aquello que no es propio de ellos, desde colocar un cerco en un penal de máxima seguridad hasta grafitear toda la ciudad con su vómito racista.
Y en redes una marcha de mujeres les causa risa; gente arodillada en su fe les causa risa; hijos visitando a su padre les causa risa. Esas viles caritas «me divierte» que son la burla en este espacio viral, son la única expresión de esa gente que, incluso con perfiles falsos, desnudan su odio contra los valores occidentales.
Y al final vemos a esos únicos que se consideran pueblo, posar en la foto para dar un baño de popularidad al coyuntural. Dirigentes sindicales que creen que son la única representación de esta Bolivia y que rechazan, desconocen y odian (repito la palabra) a quien no sea como ellos.
Ellos, todos los descritos antes, no entienden al camba, al chuquisaqueño ni al chapaco. Ellos no bailan taquirari en sus prestes. Ellos ven joda en el churrasco y cultura en su apthapi. Ellos imponen sus ritos, símbolos y títulos propietarios con plata y bala. Ellos colonizan y si les da la gana te piden pasaporte para respirar en sus «sagradas y telúricas» tierras. Ellos que prejuzgan hasta por el apellido, como antes se hacía contra ellos. ¡Ah!, y pobre de quien les diga en su cara todo eso porque se amparan siempre en la 045.
Esa es la Bolivia fracturada por un germen marxista pachamamista que data de mucho antes de la asunción del tirano cocalero.
Del otro lado, un país que se preocupó en crecer y vivir. Gente que nunca estuvo al tanto de lo que ocurría en plaza Murillo, una sociedad sin tanto «secretario ejecutivo» y más misses y predilectas, pero que desde 2016 tomó la palabra y dijo ¡basta! Gente de una nueva generación que ve cómo se repite la historia con palo y sangre en su propia casa y ante la indiferencia del resto (porque tal vez en algún momento ellos también fueron indiferentes como en 2003).
Esa gente que hoy marcha y mañana hace parrillada en la misma rotonda, está dando un nuevo significado a la palabra resistencia y enseñando a ese resto que se cansaron de ser los de abajo, los segundos, los «otros».
Pase lo que pase, este país está fracturado sin posibilidad alguna a la «reconciliación» y seguiremos viviendo injusticias, respirando revancha y mentiras (como la mentira del «golpe») y oliendo a estatismo centralista, con su podrido sistema de justicia lleno de abogados que son parte de todo lo descrito más arriba, porque son todos lo mismo.
A Santa Cruz le queda someterse o hacer de esta fractura una oportunidad para levantar a toda Bolivia, incluyendo a aquellos que hoy abusan del discurso y poder hegemónico.
Se vienen días tristes hasta que la balanza se incline, definitivamente, a un solo lado…