Toda la evidencia empírica y científica dicta una verdad; sin embargo, los funcionarios políticos y los líderes de opinión se dan la tarea de torcer ese árbol.
Quienes lo expusimos y explicamos desde el inicio, podemos mirar de frente al futuro, aunque éste sea por lo pronto nublado y sombrío.
La inoculación sirve para que 9 de 10 contagiados, de ese 30% que llega a UTI, no muera. Para eso es, señores.
La inoculación (rebusco la palabrita para evadir la censura de esta plataforma), NO frena el contagio, sino no estaríamos por alcanzar el pico de 69 mil casos activos de la pasada ola. NO sirve para evitar que contagies o te contagien (¿Acaso el vecino no estuvo enfermo pese a sus dos dosis?). NO disminuye la carga viral de las nuevas cepas, porque su ARN no contiene esos nuevos componentes que surgen con cada ola. NO por estar inyectado vas a «contagiar menos», como dijo un colega que ya desvaría desde temprano.
Por tanto, a estas alturas, es un despropósito cuasi delictivo exigir al ciudadano «que demuestre que está sano», como si el famoso papelito plastificado fuera constancia de salud plena. Un «no vacunado» (miren lo perverso de haber dividido a la sociedad en blancos y negros, cual dialéctica de opuestos) puede estar más sano que un portador del carnet azul con su QR.
Nos mienten y lo seguirán haciendo hasta que se dé la orden del retorno a la «nueva normalidad», quizá a medio año desde las praderas suizas.
Así, volviendo a nuestra realidad criolla, a partir de este lunes, los negocios de Internet e imprentas no darán abasto para imprimir y plastificar este nefasto «pasaporte de ciudadanía» (inconstitucional, por cierto). También será el festín de los laboratorios para lucrar con las famosas PCR. Y no, no por ‘malvados empresarios especuladores de la salud’ sino que unos cuantos socios del nivel estatal, que aplauden esta forma de «reactivación económica» gremial a costa del bolsillo del ciudadano, deberán obedecer a papá Estado. Ya escucharemos que «no cualquier laboratorio» podrá tomar las muestras (como mandaría el libre mercado) sino una lista selecta dictada y reglamentada por los burócratas del Ministerio de Salud y sus asesores caribeños.
Ojo. No confundir RESISTENCIA con «antivacunas». Los mal llamados «antivacunas», al final, son grupos que denigran esta resistencia por la LIBRE ELECCIÓN, cuando hablan de chips, hombres lobo, fundamentalismo o superstición folclórica. A ellos no les podemos dar mayor palestra por ser poco serios.
Lunes 3 de enero, la fecha que quedará marcada por la victoria de la imposición, la burocracia, el estatismo y el neofacismo contra el individuo, la vida y la libertad.
Anótenlo, con profunda pena…