Una investigación de «Historias Vivas» de Francia expone la singularidad del centro penitenciario San Pedro en La Paz, considerado uno de los más inusuales y duros del mundo. En este penal, los privados de libertad tienen la libertad de organizarse y gobernar sus propias vidas, en una estructura completamente ajena al control estatal.
La ley Nro. 2298, promulgada por Jorge Tuto Quiroga el 20 de diciembre de 2001, establece que la administración penitenciaria debe respetar la organización y representación democrática de los internos. «La administración penitenciaria respetará la organización de los internos como base para una convivencia solidaria», reza el artículo 12, pero en San Pedro, la realidad es otra.
Según el informe, la prisión, ubicada en La Paz a 3.640 metros sobre el nivel del mar, se ha convertido en un microcosmos caótico donde la anarquía reina. Los internos han tomado el control, asumiendo funciones que van desde la administración diaria hasta la supervisión de la distribución de alimentos y la construcción de celdas, en un entorno donde la presencia de guardias es prácticamente nula.
Testimonios recabados revelan que los delegados elegidos entre los presos dictan las normas internas. Un informe anónimo señaló que, en San Pedro, «los reclusos se gobiernan a sí mismos; nadie entra voluntariamente y el control estatal se ha desvanecido». Los jefes penitenciarios surgen de entre los internos, imponiendo su autoridad en un sistema donde el poder se basa en la fuerza y en el dinero.
La superpoblación y el deterioro de la infraestructura han convertido a San Pedro en una ciudad dentro de una ciudad, donde se conviven delincuentes, violadores y narcotraficantes sin una intervención real de las autoridades. En este ambiente, la lucha por sobrevivir se traduce en un verdadero estado de derecho paralelo, regido por la voluntad de los internos.
La investigación destaca que este modelo de autogobierno penitenciario fue resultado de una decisión gubernamental para ahorrar en costos carcelarios, dejando al Estado al margen y permitiendo que los internos administren todo, desde la cocina hasta el mantenimiento de las instalaciones. «El sistema actual es un reflejo del abandono estatal», afirmó un experto en derechos humanos citado en el estudio.
A pesar de la dureza y la violencia interna, algunos reclusos han encontrado en este sistema una extraña forma de orden. No obstante, la situación genera graves consecuencias para la reinserción social y la protección de los derechos humanos, especialmente de los más vulnerables.
El hallazgo de «Historias Vivas» pone de manifiesto una realidad inquietante: en San Pedro, la libertad interna se ha convertido en un infierno autogestionado donde la ausencia de supervisión oficial deja a los reclusos a merced de un sistema de poder basado en el respeto forzado y la violencia, un modelo que refleja el desamparo de un país en crisis.