¿Qué hacías para permanecer en el poder en épocas no tan lejanas? ¡Matabas! Te limpiabas al “enemigo”. ¿Se acuerdan, por ejemplo, de Marcelo Quiroga Santa Cruz? Este fantástico prócer de la lucha antidictatorial fue asesinado. ¿Por qué? Por una simple razón: ¡lo podían hacer! Mataban ¡porque podían! No había contrapesos institucionales con capacidad de frenar a los abusivos, los criminales y demás autoritarios.
Los contrapesos institucionales son el Poder Judicial, la prensa, el contexto internacional, entre los principales. ¿Qué significa esta certeza? Significa que, si hoy quieres convertirte en una dictadura, tienes que ser un poquito creativo. ¿Cómo? Cambiando la palabra matar, por la palabra mentir. Así de simple. No van a faltar los emotivos insistiendo con la posibilidad de limpiarse a los rivales, pero eso ya no es fácil. La “calma” prevalecerá y los autoritarios deberán pulir su maña brillantemente actualizada: la mentira.
Convengamos pues entonces: los mentirosos son hoy más cotizados. Si el gobierno pudiese publicar un anuncio en el periódico pidiendo esta gama de profesionales, seguramente lo haría: “se necesitan mentirosos. Trabajo serio por cinco años y, con seguridad, muchos más. Llamar”. Reclutaría a mamones de lujo. ¡No pueden! Y esa sí es una mala noticia. Nuestros mentirosines son de poca monta. Por lo tanto, una vez que han decidido ser canallas, el problema no es que mientan, sino que mientan mal. Las nuevas categorizaciones de Freedom House o de la Unidad de Inteligencia de The Economist deberían incluir este indicador en sus estudios: mentirosos de lujo, mentirosos de a luca. En la punta quedarían Putin en Rusia, Bukele en El Salvador o Duterte en Filipinas y en los puestos menos decorosos (de 150 para abajo) saldríamos nosotros.
Ya lo pusieron en evidencia funcionarios públicos del gobierno. Un primer ejemplo es el señor Edwin Rojas, presidente del Banco Central. Rojas se mandó un lindo artículo en la revista académica Umbrales, 36 en la que hablaba del gobierno de Jeanine. “Tomando en cuenta la expansión del coronavirus (…) el Gobierno generó una serie de políticas de subsidio y transferencia de recursos a los sectores más vulnerables de la población, entre ellos el bono familia, el bono canasta familiar, el bono universal y el apoyo al pago de servicios básicos”.
Epa: el gobierno de Jeanine ¡atendió a los más pobres! ¿Más? Sí, aquí tenemos esta joyita: (En suma), “se permitió mantener el empleo, se facilitó la continuidad del flujo económico, se limitó la amplificación del shock en la economía y se evitó que la economía nacional sufriera impactos que podrían ser irreversibles en el largo plazo.”. ¡Carajo! ¡Genial! ¿Qué dice ahora este caballerito? Qué Jeanine dio ¡un golpe de Estado! (artículo de prensa del Deber).
Un segundo ejemplo, son las declaraciones del vocero Presidencial, Jorge Richter. ¿Qué dijo? Se mandó un triplete de película: escena 1, afirma que fue una “transición constitucional”. ¿Cuándo dijo esto? Antes de tener la pega de vocero. ¿Qué pasó luego? Ya de vocero cambió de argumento: escena 2, fue “golpe”, dijo con pasmosa frialdad. ¿Qué sucedió después? Se lo pescó en su mentira y se le recordó haber hablado de sucesión, ¡no de golpe! ¿Qué pasó, entonces? Cambio otra vez: escena 3 (del 23 de marzo), Richter afirmó que hubo “¡golpe con rótulo de sucesión!”. ¿Qué tal lindo? Ese es Richter. Es transición constitucional, es golpe, es ¡golpe con rótulo de sucesión! Ajá. ¡Corten! ¡Corten por favor, muy trucha la peli!
Un tercer ejemplo, es el más incisivo. Les hago una adivinanza: ¿quién es el boliviano que repite en misa, en el cine, en la habitación a solas con su señora y en un largo etcétera el cuentito del “golpe de Estado?” ¡Luis Arce! Sí, el Presidente de los bolivianos. A lo largo de la campaña electoral tuvo una entrevista con Ximena Antelo, la periodista cruceña, quien le preguntó insistentemente: ¿fue golpe o transición constitucional, señor Arce? Arce, aunque trató de evitar la respuesta, terminó diciendo lo que sabemos: “fue una transición constitucional”. ¿En serio lo dijo? Fuerte y claro. Bueno, en verdad, a “lo Arce”, ni fuerte ni claro, pero lo dijo. ¿Se lució Antelo? Seguro, pero sobre todo el candidato dijo lo que sabía él, su gente y todos nosotros: no hubo golpe.
Conclusión: si van a mentir háganlo bien. Llamen a Putin y asesórense con un cursito intensivo. Hay cursos digitales, inscríbanse y no nos hagan pasar esta vergüenza autoritaria.
Autor: Diego Ayo
Diego Ayo es politólogo e investigador social