La tragedia en Bajo Llojeta sigue revelando fallas en la gestión de riesgos por parte de las alcaldías de La Paz y Achocalla. Pese a culpar inicialmente a la empresa Kantutani, se han identificado incumplimientos municipales que contribuyeron al desastre que dejó una niña fallecida y más de 40 familias afectadas.
En una conferencia conjunta, los alcaldes de ambas ciudades aseguraron que no otorgaron permisos para el movimiento de tierras, pero informes posteriores muestran que hubo omisiones en la fiscalización de obras en la zona afectada. Por su parte, la empresa Kantutani ha solicitado una auditoría técnica independiente, propuesta rechazada por el municipio paceño, que insiste en negar su responsabilidad.
El alcalde de La Paz, Iván Arias, sufrió una descompensación en medio de esta crisis, incidente que fue transmitido en vivo por varios canales. Al día siguiente, Arias sorprendió al reaparecer plenamente recuperado para inaugurar un árbol navideño, lo que desató críticas sobre la seriedad con que enfrenta la situación.
«Lo que necesitamos es transparencia y no más excusas,» señaló un representante de los damnificados, exigiendo que se aclaren las responsabilidades del desastre. Entretanto, la negligencia en la gestión de riesgos se ha convertido en un tema recurrente en La Paz, donde avenidas como Kantutani y Del Poeta sufren continuos hundimientos y desbordes.
El siglo XXI inició con importantes avances para La Paz, como el desarrollo del transporte público moderno y campañas de prevención de riesgos. Sin embargo, los últimos años han mostrado un retroceso alarmante, marcado por pactos irregulares con constructores y la falta de fiscalización territorial.
En palabras de un exfuncionario municipal: «Lo que vemos ahora es la destrucción de logros pasados a cambio de un espectáculo de propaganda y verbenas.» Estas declaraciones reflejan la frustración ciudadana ante una administración edil que parece más centrada en actividades superficiales que en solucionar problemas estructurales.
Mientras las autoridades evaden responsabilidades, los habitantes de La Paz están viviendo una situación de estrés y cansancio colectivo, cargando con los riesgos de una ciudad que, lejos de fortalecerse, parece desmoronarse cada día más. La anomia y la falta de acción han dejado a La Paz a merced del deterioro y la improvisación.
La Paz necesita respuestas claras y acciones concretas para evitar que tragedias como la de Bajo Llojeta se repitan. Como señaló un vecino afectado: «No queremos más excusas ni espectáculos; queremos soluciones.»