La producción de gas natural en Vaca Muerta alcanzó los 90,96 millones de metros cúbicos por día (MMm3/d), una cifra que triplica la producción total de Bolivia, que apenas llegó a 24,33 MMm3/d en su último registro oficial. Este contraste marca un cambio histórico en el tablero energético sudamericano.
Durante casi dos décadas, Argentina dependió del gas boliviano para sostener su consumo interno e industrial. Sin embargo, la balanza cambió drásticamente. En 2014, Bolivia producía 60,3 MMm3/d frente a 0,6 MMm3/d de Vaca Muerta. Hoy, el panorama es inverso: Argentina no solo se autoabastece, sino que comenzó a exportar gas utilizando la misma infraestructura boliviana.
El exministro de Hidrocarburos Álvaro Ríos explicó que el rezago boliviano se debe a la falta de inversión en exploración. “La exploración en Bolivia ha sido muy mínima, y los pocos esfuerzos realizados por YPFB no tuvieron éxito para reponer reservas”, afirmó.
La advertencia es clara: si la tendencia continúa, la producción boliviana caerá en 4 MMm3/d por año, lo que podría llevar al país a cerrar 2024 con apenas 26 MMm3/d, un volumen insuficiente para cubrir más del 50% de la demanda interna.
Mientras tanto, Vaca Muerta no solo abastece el mercado argentino, sino que ya comenzó a exportar gas a Brasil a través de gasoductos bolivianos. Para consolidar este liderazgo, expertos resaltan la necesidad de ampliar el Gasoducto Norte y ajustar las tarifas de transporte, con el fin de garantizar precios competitivos para Bolivia y Brasil.
El boom energético argentino no se limita al gas. Datos de la Secretaría de Energía revelan que en julio la producción de petróleo llegó a 811.200 barriles por día, el nivel más alto desde 1999. En paralelo, el gas natural promedió 160,6 MMm3/d, un crecimiento interanual del 5,7%, cifras que no se veían desde el año 2000.
Actualmente, Vaca Muerta aporta el 57,7% del petróleo argentino y se consolida como la segunda mayor reserva de gas no convencional del mundo y la cuarta de petróleo no convencional. Solo en junio, la producción de crudo creció 22,5% interanual, alcanzando los 448.000 barriles diarios.
Este contraste evidencia cómo Argentina se proyecta como potencia energética regional, mientras Bolivia enfrenta un declive sostenido y sin señales de recuperación. La falta de exploración amenaza no solo los ingresos por exportación, sino también la seguridad energética interna.