Desde su irrupción en la política hace casi tres décadas, Evo Morales ha acaparado la atención de la prensa tanto nacional como internacional. Su imagen de líder indígena con propuestas novedosas lo convirtió en una figura mediática de gran interés. Sin embargo, con el paso del tiempo, su discurso y acciones han evidenciado un claro desprecio por el sistema democrático.
El punto de quiebre fue el referéndum de 2016, cuando la mayoría de los bolivianos rechazó su intento de repostulación. Morales, en lugar de aceptar la voluntad popular, forzó una interpretación judicial favorable para seguir en el poder. Desde entonces, su figura ha estado marcada por la controversia y acusaciones que van desde corrupción hasta delitos más graves.
A pesar de este historial, los medios siguen cubriendo sus declaraciones y actividades, dándole una relevancia que ya no responde a su papel en la política actual. “Es contradictorio que la prensa democrática siga amplificando el mensaje de un personaje que socavó las instituciones y persiguió a medios independientes”, señala un analista político.
El exmandatario no solo ha atacado a la prensa crítica, sino que también enfrenta acusaciones de abuso de poder y presuntos delitos contra menores. Aun así, su figura sigue ocupando titulares, lo que plantea la pregunta: ¿es necesario seguir cubriéndolo?
El periodismo digital y las redes sociales han impulsado una tendencia hacia el sensacionalismo y el amarillismo, lo que explica en parte por qué Morales sigue siendo noticia. Escándalos como las peleas entre facciones del MAS, los enfrentamientos con lanzamiento de sillas o los insultos en la Asamblea Legislativa, generan tráfico y clics, pero no aportan al debate democrático.
“La prensa debe preguntarse si está contribuyendo a la reflexión crítica o solo está alimentando el espectáculo político”, advierte un experto en comunicación. Priorizar lo relevante y constructivo es esencial para un periodismo serio, en lugar de caer en la trampa del clic fácil.
Los medios que creen en la democracia deberían considerar si es oportuno seguir dándole voz a un líder que, según sus propios actos, no cree en ella. No se trata de censura, sino de seleccionar con criterio editorial qué merece ser noticia y qué solo busca protagonismo mediático sin sustancia.
Ante este panorama, la responsabilidad del periodismo no solo radica en informar, sino en poner el foco en lo que realmente impacta en la sociedad y en la construcción de un debate democrático. Evo Morales ya no representa novedad ni aporta ideas nuevas; la prensa debe decidir si sigue alimentando su protagonismo o si opta por priorizar información de mayor trascendencia.