“No fue una cumbre revolucionaria ni un casting presidencial, fue un seminario académico”, escribió el economista Gonzalo Chávez Álvarez al referirse a la reunión Bolivia 360 en la Universidad de Harvard, que generó múltiples reacciones políticas y mediáticas en el país.
El evento, organizado por el Growth Lab y Marcelo Claure, reunió a académicos, empresarios, periodistas y políticos bolivianos en torno a diagnósticos y reflexiones sobre el futuro del país. Para Chávez, las críticas surgidas desde sectores ideológicos que acusan el encuentro de “imperialista” o “elitista” se basan en prejuicios.
“Muchos creen que en Harvard nos sentamos frente a Hausmann para copiar la receta del pastel del desarrollo perfecto. Lamento pinchar la ilusión: ni plan maestro, ni Excel salvador”, sostuvo Chávez, aclarando que el encuentro fue un espacio para el pensamiento crítico y el intercambio de ideas.
Afirmó que lo que se hizo en el seminario fue “escuchar, contrastar diagnósticos y discrepar con elegancia”, algo que, según él, resulta subversivo en tiempos de verdades absolutas y polarización ideológica. Recalcó que no hubo una “bala de plata” ni soluciones mágicas, sino una invitación a dudar, pensar y cuestionar.
“Los políticos que asistieron no fueron a negociar tratados ni a vender el salar, sino a aprender. Por lo menos eso se espera. Y aunque eso suene herético en tiempos de soberbias absolutas, es lo que se espera de cualquier líder sensato”, señaló.
A su juicio, el mayor peligro de este tipo de encuentros no está en conspiraciones secretas, sino en que se contagien preguntas incómodas y necesarias. “El saber —como los buenos virus— se propaga, incomoda y cambia la forma de ver las cosas”, escribió.
También criticó la lectura superficial que se hace desde algunos sectores, que “esperan que el futuro de Bolivia se escriba desde un cafecito en El Prado o desde Pocoata, y no con vista al río Charles”. Para Chávez, esa mirada niega la riqueza del diálogo global y la importancia de aprender con otros.
Finalmente, subrayó: “No fuimos a fundar la nueva Bolivia con sellos gringos. Fuimos a hacer lo que hacen los académicos: dudar con estilo”. Una reflexión que, en medio de tantas certezas fanáticas, puede ser lo más revolucionario de todo.