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Gaceta del Sur Opinión Andrés Gómez Vela

Si hablara la democracia, ¿qué nos diría?

10 de octubre de 2023 | 11:31 |
en Andrés Gómez Vela
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No fue golpe de Estado, explico con chuis

Andrés Gómez Vela

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Nací varias veces. Morí otras tantas. ¡Ah! También resucité. Por las características de mi ser, puedo nacer, morir, volver a nacer y volver a morir en cualquier parte del mundo; pero nunca morir para siempre. La última vez que nací en Bolivia fue en 1982, hace 41 años. No es la edad que tengo, mi edad real universal ronda los 3.200 años a. C. y mis orígenes están en Mesopotamia (Uruk, Ur) y en Biblos, ciudad Fenicia. En Grecia, me bautizaron con el nombre que todos me conocen: Democracia.

Como soy creada por humanos, soy imperfecta; pero a diferencia de otros modelos de gobierno, soy el menos imperfecto y el más perfectible. Mi viaje a lo largo de la historia política consistió y consiste precisamente en la búsqueda de la utopía de la que soy portadora.

En este tránsito, a medida que las personas iban alcanzando sus utopías nacían otras. Por ejemplo, yo era un sistema de autogobierno entre iguales en medio de reyes y esclavos; pero en esa “igualdad” sólo estaban contemplados los hombres libres iguales, las mujeres y los esclavos estaban excluidos. Inspirada en mis principios de igualdad y libertad, la humanidad abolió la esclavitud y abrió los espacios de decisión a las mujeres, pero de inmediato nació la demanda de otras igualdades. Por eso, soy un devenir constante hacia la perfección.

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Llegué a Bolivia en 1825. Otro día puedo describir mi camino desde aquel año hasta ahora. Este 10 de octubre, me interesa describir lo que sucedió desde que volví a nacer en 1982. Para tal propósito, divido mi existencia en cinco etapas.

Primera etapa: 1982 – 1985. Tiempo caótico. Tardé en gatear porque el país había vivido 18 años de dictadura y casi nadie sabía cómo era vivir en democracia. Muchos no sabían qué hacer con su libertad. Creyeron que libertad era protestar y marchar. No comprendían aún que la libertad era portadora de responsabilidades, que los derechos eran la otra cara de las obligaciones de una misma moneda y que la igualdad se refería a la de igualdad ante la ley; por tanto, al bien común.

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El gobierno de izquierda y la oposición de derecha ni intentaron edificar el bien común, condición para que la gente camine hacia la felicidad. Fue un momento de dura polarización que terminó con el corte de mandato del Presidente de entonces, Hernán Siles Suazo. En mi criterio, un gobernante de espíritu democrático, insuficiente para resolver la crisis económica que se había incubado desde la dictadura de Banzer en un contexto que marcaba el fin del modelo estatista de economía.

Mi elasticidad pragmática permitió resolver este problema con una convocatoria adelantada a elecciones.

Segunda etapa: 1985 – 2004. Tiempo de siembra y dolor. Además, de igualdad y libertad circula por mis venas el pluralismo. Mis seguidores convierten el pluralismo en una virtud al traducirlo en pactos; mis detractores lo vehiculizan como un defecto para polarizar.

Entre 1985 y 2004, hubo varios pactos asumidos entre izquierdistas, centristas y derechistas (división inventada por humanos) que sembraron institucionalidad:

  • En 1985, los partidos acordaron una nueva política económica que frenó la hiperinflación. Sí, con un doloroso alto costo social, pero, según explicaron, inevitable. Sin un pacto político, hubiera sido imposible.
  • En 1989, adhirieron al Estado boliviano a la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer y a la Convención sobre los Derechos del Niño.
  • En 1991, conformaron una Corte Nacional Electoral independiente, integrada por “Notables”, para garantizar elecciones transparentes y la libre competencia entre organizaciones políticas. Fue un enorme acuerdo.
  • En 1991, aprobaron el Convenio 169 de la OIT sobre los Pueblos Indígenas y Tribales, a sólo casi dos años de la aprobación por la 76a. Conferencia de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Este Convenio tiene dos postulados básicos: el derecho de los pueblos indígenas a mantener y fortalecer sus culturas, formas de vida e instituciones propias, y su derecho a participar de manera efectiva en las decisiones que les afectan.
  • En 1993, sumaron a Bolivia a la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
  • En 1994, reconocieron la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer.
  • En 1994, reformaron la Constitución para instituir lo siguiente:
    • Diputados uninominales a fin de garantizar la elección directa del 50 % de los representantes de la Cámara de Diputados.
    • Estado multiétnico y pluricultural, lo que convirtió la diversidad étnica y cultural en una fuerza política y asfaltó el camino para que los pueblos indígenas originarios se autogobiernen tomando el control del Estado.
    • Tribunal Constitucional con la misión de ser guardián del cumplimiento de la Constitución, límite del poder político.
    • Consejo de la Judicatura como el organismo administrativo y disciplinario del órgano Judicial, y carrera judicial para evitar la manipulación partidaria en la nominación de jueces.
    • Defensor del Pueblo para vigilar el cumplimiento de los derechos humanos y proteger al ciudadano de los abusos de poder.
    • Protección de los derechos colectivos de los pueblos indígenas originarios, entre ellos derecho a sus tierras comunitarias de origen, al uso y aprovechamiento sostenible de los recursos naturales, a su identidad, a su lengua, a sus costumbres e instituciones.
  • Inspirados en esta reforma, el mismo 1994, el Congreso sancionó la Ley de Participación Popular para incluir a pueblos indígenas y vecinos, constituidos en Organizaciones Territoriales de Base, en la conformación de gobiernos municipales. En las elecciones de 1995, los indígenas lograron 30 alcaldes y alrededor de 300 concejales. Desde ese día no dejaron el poder. De este modo, pase de ser representativa a participativa.
  • En 1996, los políticos adhirieron a Bolivia a la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas.
  • En 1999, aprobaron la la Ley N° 1983 de Partidos Políticos con el objetivo de regular la institucionalidad de las organizaciones políticas.

Sin embargo, este tiempo de acuerdos tuvo un momento antidemocrático en 2003, cuando el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada (Goni), el de los cambios significativos entre 1993 y 1994, causó una masacre en la ciudad de El Alto. Goni terminó mal, renunció y huyó a Estados Unidos. Fueron días de luto y dolor.

Por esos días sufrí en carne propia la violación de derechos humanos. Era difícil de entender que los actores políticos que había promovido instituciones democráticas no se hayan dado cuenta que la gente, particularmente los movimientos indígenas, querían que todo lo que estaba escrito en la Constitución pase a la vida real. No querían paso a paso, sino de manera revolucionaria.

Era inexplicable que no hayan olfateado que la sociedad civil, organizada en sindicatos, instituciones, movimientos sociales, Organizaciones no Gubernamentales, ya habían conectado la Revolución de 1952, cuando nació el indígena como sujeto elector, con las reformas indicadas que erigieron al indígena como sujeto elegible. No sólo querían entrar a las alcaldías, sino a Palacio. No sólo querían ser iguales ante la ley, querían ser iguales de verdad ante todo. No sólo querían ser parte de Bolivia, sino refundar Bolivia.

Como esa vez 6 de cada 10 bolivianos se auto-identificaban como indígenas (en 2012, bajó a 4), querían autogobernarse como mayoría y gobernar a las minorías.

Después de ese episodio sangriento, en 2004, los partidos reformaron de nuevo la Constitución, esta vez con los siguientes fines:

  • Institucionalizar la democracia participativa o directa a través del Referéndum Popular y la Iniciativa Legislativa Ciudadana.
  • Devolver al soberano su poder para modificar de forma total la Constitución a través de una Asamblea Constituyente.
  • Acabar con el monopolio de los partidos reconociendo a las agrupaciones ciudadanas y a los pueblos indígenas para intermediar entre los ciudadanos y el Estado.

Pese a estos cambios de avance, este periodo se cerró abruptamente con otro acortamiento de mandato en 2005. En las elecciones de ese año el voto democrático expulsó a los políticos que alejaron a sus partidos de las aspiraciones de la gente y encargó a actores políticos que durante años estuvieron en la oposición a hacer realidad “el deber ser” escrito en la Constitución Política del Estado.

Tercera etapa: 2005 – 2009. Tiempo de cosecha democrática. Toda la institucionalidad que se había sembrado comenzó a dar frutos. Llegó por primera vez un indígena (Evo Morales) a Palacio con una mayoría nunca antes vista desde la Revolución Nacional. Los marginados de la creación de Bolivia tuvieron la oportunidad de refundarla a través de una Asamblea Constituyente. Fue un momento glorioso. Inolvidable.

Cuarta etapa: 2009 – 2023. Tiempo antidemocrático.

El mismo gobernante que impulsó la nueva Constitución y juró cumplirla la violó.

El mismo que promovió la igualdad ante la ley se puso por encima de la ley.

El mismo que volvió a su curul gracias al Tribunal Constitucional que hizo respetar sus derechos destruyó el Tribunal Constitucional.

Los mismos políticos cuyos derechos humanos fueron defendidos por el Defensor del Pueblo destruyeron el Defensor del Pueblo.

Los mismos que se quejaban de la injerencia de los partidos políticos en la justicia, tomaron el Consejo de la Magistratura para repartir juzgados a sus partidarios.

Los mismos que gritaban justicia aniquilaron a la justicia.

Los mismos que habían ganado en urnas gracias a la neutralidad y transparencia de la Corte Nacional Electoral rebautizaron a esta institución con el nombre de Tribunal Supremo Electoral para partir con ventaja, ganar con fraude y quedarse de por vida en el poder.

Los mismos que recibieron amplia cobertura de los periodistas castigaron a estos periodistas por dar cobertura a otros que, como ellos antes de llegar al poder, reclaman libertad de expresión.

Los mismos que se habían quejado de haber sufrido la colonización española comenzaron a colonizar con brutalidad las tierras de los pueblos indígenas del oriente boliviano pese a que habían ratificado en 2007 la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.

Los mismos que se quejaban de la propaganda de los “neoliberales” usaron el término propagandístico “revolución democrática y cultural” para camuflar todas sus acciones antidemocráticas.

El pueblo soberano no lo toleró y echó a Evo Morales como echó a Sánchez de Lozada. A éste por haber causado una masacre de ciudadanos y a aquel por haberme masacrado a mí, sí, a mí, a la democracia, que le abrí los brazos para que el ideal de que todos son iguales ante la ley y que todos pueden tener la oportunidad de gobernar se haga realidad. Le abrí las puertas sabiendo que él no creía en mí. Casi me aniquila y me reemplaza por la dictadura. Debo agradecer al pueblo por haberme salvado.

El gobierno que reemplazó al MAS duró poco. Terminó mal porque no estaba a la altura del desafío y porque cometió acciones antidemocráticas, entre ellas las masacres de Senkata y Sacaba.

En octubre de 2020, llegó otro Presidente. Legítimo. Volví a respirar. Dos años y 9 meses después, veo que se parece cada vez más a su antecesor que casi me mata. Eso me intranquiliza. No quiero morir y volver a nacer dentro de otros 18 años, y comenzar otra vez de cero. Tengo fe que tú no dejarás que el gobierno de hoy me reemplace por la dictadura.

De mis labios a los oídos del pueblo.

La Democracia.

Tags: Opinión
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