Italia y la FAO tienen una relación especial. Italia es sede de la FAO desde 1951 y es una parte integral de la historia y de la cultura de la FAO, además de participar activamente en el trabajo organizativo y los eventos que tienen lugar en Roma. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, (FAO) que tiene como objetivo combatir el hambre y la desnutrición, mejorar las condiciones de la vida y de la agricultura entre las naciones más pobres del mundo, 820 millones de personas sufren hambre. En una hora, 900 personas mueren por falta de alimentos, es decir una cada cuatro segundos. La mayor parte son niños que no llegan a los cinco años. Se muere de desnutrición y de malnutrición y esto produce incluso una extrema vulnerabilidad a otras condiciones de malestar como las epidemias, guerras, desertificación y miseria que afligen a enteros continentes. El mismo exdirector general, el senegalés Jacques Diouf ha admitido que los objetivos no han sido centrados. Uno de estos objetivos era el de reducir a los hambrientos del mundo de unos 22 millones al año, es decir de 132 millones en seis años. No se ha reducido de un hambriento, más bien la situación se ha agravado no obstante que en esta enorme agencia de la Naciones Unidas, expertos y técnicos trabajen para aliviar la pobreza y el hambre. Actualmente Director General de la FAO desde el año 2019 es el chino Qu Dongyu, esperando que perteneciendo a una potencia mundial pueda reducir el hambre en el mundo.
La lucha al hambre ha sido definida como uno de los desafíos más importantes a los que la humanidad tiene que enfrentarse. Las “cumbres” de Roma pero se abren en una atmósfera de pesimismo y de impotencia. Los “grandes de la tierra” brillan por su ausencia, ningún Jefe de Estado o de Gobierno de los Países “ricos” se hacen presentes en estos importantísimos “summit” mundiales, a excepción del país anfitrión, Italia. La falta de voluntad política y los intereses en juego, incluso en un tema tan importante como es el de la guerra al hambre, son importantes para los “Grandes de la Tierra”. Pero la causa fundamental de este flagelo no está en la falta de alimentos producidos. El mundo los produce para todos y abundantemente. Actualmente no sirven recetas para aumentar la productividad. Sirve que la política agrícola y comercial de los países pobres salga de la inhumana tutela de la Organización Mundial del Comercio (WTO), y sobre todo que se alivien los gravámenes, al menos en relación a los países subdesarrollados, teniendo en consideración que todos estos vínculos, les imposibilita comercializar sus productos, Sirve que la Unión Europea y los Estados Unidos, terminen de poner barreras proteccionistas a sus productos, no entren, como lo están haciendo ahora, en los mercados de estos países sin ningún escrúpulo, explotándolos y empobreciéndolos de año en año. Sirve que la deuda exterior de los Países Pobres venga cancelada definitivamente y lo más antes posible, emancipándolos en vez de oprimirlos en su política y en su libertad.
De los 820 millones de hambrientos del mundo, 790 viven en los países “pobres”, 25 en los países “de transición” y solamente 5 en los países “ricos”. Esta estructura del hambre, que refleja la estructura de la pobreza, no será nunca desmantelada si no se modifica la estructura de los intercambios económicos y si no se consiente el crecimiento de una verdadera democracia en cualesquiera parte del mundo, y si no se da voz a los excluidos, especialmente contra la clase dirigente, muy a menudo corrompida y servil, de los países pobres o subdesarrollados.