Un innovador proyecto de biodigestores, liderado por la Universidad Pública de El Alto (UPEA), está abordando dos problemas críticos en Bolivia: la falta de acceso a energía eléctrica en zonas rurales y la gestión inadecuada de residuos. Estudiantes y docentes de la UPEA recolectan basura orgánica para alimentar un biodigestor, convirtiendo los desechos en biogás.
Yenny, estudiante de primer semestre de Ingeniería Agrónoma en la UPEA, se dedica a recolectar cáscaras de papa, frutas y verduras para llevarlas a la Estación Experimental de Kallutaca. «Aquí se hace la magia», dice Humberto Sainz Mendoza, docente de la universidad, señalando el biodigestor que transforma los residuos en energía limpia y sostenible.
Hasta hace dos años, casi 500 biodigestores operaban en la región lechera del altiplano paceño gracias a un proyecto financiado por Hivos, una organización de cooperación de los Países Bajos. La pandemia y la retirada de Hivos del país dejaron inactivos estos sistemas. «Lindos eran. De la basura y la bosta sacábamos gas para cocinar y bañarnos», lamenta Martín Quispe, ex beneficiario del proyecto.
La carrera de Ingeniería Agronómica de la UPEA, que participó en la instalación de estos biodigestores, sigue enseñando a sus estudiantes a replicar la experiencia. Según Sainz, «el proceso de biodigestión ocurre cuando los microorganismos bacterianos actúan sobre la materia orgánica en ausencia de oxígeno, produciendo una mezcla de gases con alto contenido de metano, conocido como biogás».
Los biodigestores no solo generan biogás, sino también biol, un fertilizante líquido que puede aumentar la producción de cultivos entre un 30% y un 50%. “El acceso a gas domiciliario, a una ducha caliente y a luz es un derecho de todos”, afirma Sainz, subrayando los múltiples beneficios de estos sistemas para las comunidades rurales.
El ingeniero Daniel Condori Guarachi, director de Ingeniería Agronómica de la UPEA, destaca la importancia del biodigestor modelo que han desarrollado. “Este sistema es un contenedor cerrado donde se deposita material orgánico que se descompone para producir gas metano y fertilizantes orgánicos”, explica.
Para Yenny y otros estudiantes, el trabajo con biodigestores es más que una práctica académica. «Yo quisiera que haya uno de estos en todo el campo y todas las casitas puedan cocinar con gas», dice Yenny, recogiendo residuos orgánicos cada semana con la esperanza de un futuro más sostenible para Bolivia.