Hasta el 2002, el partido que hoy es mayoría era casi marginal, ni siquiera era minoría. En democracia, lo que hoy es minoría, mañana puede ser mayoría.
¿Cuándo la minoría pasa a ser mayoría? 1) Cuando las circunstancias cambian; 2) cuando los gobernantes se distancian de la gente; y 3) cuando cambia el perfil de los votantes y éstos comienzan a aburrirse de las mismas caras del poder.
Entre 2000, 2002 y 2005 sucedió lo que más o menos está sucediendo en este momento en Bolivia: el declive de un periodo histórico. Aquella vez, la onda indigenista coincidió con el ocaso de los partidos políticos socialdemócratas y de derecha que habían hecho del “pacto democrático” un intercambio de favores y del Estado un botín de pegas que financiaba a los suyos y no resolvía las necesidades de las mayorías.
Esta situación se tradujo en la percepción de que el Estado era excluyente, racista y de “culitos blancos”. Los electores identificaron a los culpables y decidieron reemplazarlos por los ciudadanos que nunca habían dirigido los destinos de Bolivia: los indígenas. Confundieron a los actores con el sistema y creyeron que falló la democracia liberal. En consecuencia, les dieron la responsabilidad de traer la verdadera democracia y cambiar el Estado por otro.
Esa percepción no era del todo real. La democracia liberal fue la que abrió la puerta del poder al primer indígena (Víctor Hugo Cárdenas, Vicepresidente, 1993 – 1997) y construyó las gradas con la Ley de Participación Popular para que los originarios suban y tomen el poder local, luego el nacional. Pero en política cuentan las sensaciones más que las razones y se instaló la idea de que era el tiempo de echar del gobierno a los “blancos derechistas” e instalar a los indígenas izquierdistas.
Pasaron 17 años desde las elecciones de 2005 y, obviamente, las circunstancias han cambiado y cambiarán aún más hasta las elecciones de 2025.
En este momento, el proceso de cambio está en decadencia porque los valores que sus gestores habían pregonado han naufragado. Su modelo económico está agotado porque carece de fuentes de ingreso. El Estado Plurinacional terminó siendo una ficción porque ni sus “filósofos” entendieron el aristotélico “vivir bien”.
Con la avalancha de evidencias, la mayoría de la gente ha comprobado que los indígenas con poder tienen los mismos defectos que los blancos que reemplazaron, que los izquierdistas son tan o más autoritarios y antidemocráticos que los derechistas, y que los originarios no habían sido la “reserva moral” como sostenía la propaganda.
La guerra entre Evo Morales y Luis Arce revela cada día las miserias sobre las cuáles estaba edificado el pachamamismo. Quedó probado que son antidemocráticos porque no respetan las reglas ni siquiera de su propio partido, menos van a respetar la Constitución. Quedó en evidencia que no se toleran ni siquiera entre ellos, menos van a tolerar a otros con pensamiento crítico y plural.
Estas nuevas circunstancias abren por primera vez, después de 19 años, la posibilidad de la oposición de batir en urnas al Movimiento al Socialismo. Ya sé que aún no apareció la candidata o el candidato que logrará esa hazaña, pero ya sucedió lo más importante entre la mayoría: la decisión de no votar en las elecciones de 2025 por ningún candidato del MAS, ni por uno nuevo ni por uno viejo. Calculo que en esa mayoría está alrededor del 20 a 25 % que votó por Luis Arce en las elecciones de 2020.
El voto duro del MAS, que oscila entre 30 a 25 por ciento, puede reducirse en estos dos años por las heridas que sus líderes están abriendo. Buena parte de ese voto duro ha comenzado a buscar alternativas. No se pasará a la derecha, como dicen entre sus filas, pero si encuentra una candidata o un candidato que le cause proximidad psicológica puede cambiar de político, pero sin salirse del camino.
Si Evo postula por el MAS-1 y Arce por el MAS-2, ese 25 por ciento se dividirá. No me animo a señalar el porcentaje de apoyo para cada uno. En caso de que Arce se imponga y se quede con la sigla MAS, dudo que los evistas voten por el arcismo. Es muy posible que los evistas por ver derrotado a Arce lleguen incluso a votar por otro partido y viceversa.
Los hechos recientes demuestran que los líderes del masismo están cerca de los dirigentes, pero lejos de «su» gente. Desde su gente hay la percepción de que “sus” dirigentes no son más que traficantes de pegas que firman avales a cambio de beneficios económicos. Hay una espiral del silencio en las comunidades y entre los más jóvenes.
En los últimos 10 años, el perfil de los electores ha cambiado. Un buen porcentaje que se autoidentificaba con un pueblo indígena, ahora ya no lo hace. El proceso inevitable de mestización ha hecho lo suyo; la pésima imagen de la “reserva moral” también. Conozco personas que se avergüenzan; no quieren ser percibidas como ineptas o corruptas.
Ese grupo se sumará al casi 40% de electores que percibe que izquierdistas y derechistas son la misma vaina. Que la honestidad no es definida por la ideología, sino por las acciones. Este segmento no busca un Milei boliviano. No quiere un gobierno vengativo tampoco un político que busca el poder para convertir su odio en un sentimiento que mata. Intuyo que busca a alguien pragmático en la economía, sin dogmas.
Pienso que los electores que quieren echar a los masistas para aniquilarlos y hacerlos lo mismo que ellos hicieron se reducen a un 15 o 20 % del universo. Este porcentaje es parte del 30% que nunca creyó ni votó por el MAS. Deduzco que un 10 % no votará en las elecciones nacionales de 2025 por un candidato ultra, sino por alguien que desmonte la polarización porque en estos años se dio cuenta que la ideologización de la vida pública sólo lleva al atraso económico.
Por las razones expuestas, deduzco que la minoría de hoy será mayoría el 2025.