¿Libertad de expresión? Parecía plena y reforzada con la aparición de las redes sociales (social media) y el fenómeno de la primavera árabe, luego con todos los movimientos colectivos que se enfrentaron al establishment.
El activismo logró lo impensado desde EEUU, Colombia y hasta Bolivia. Luego, las corporaciones adquirieron tanto poder, que se dieron cuenta que pueden colocar o deponer presidentes a su antojo. La big data y lo viral se tornó político y con ello la sociedad entró a una vorágine de clicks y fake news.
Las grandes corporaciones de Silicon Valley no solo manejan billones de dólares o encabezan la cuarta revolución industrial post Covid, sino que ahora se han convertido en los censores del mundo libre, en la policía cibernética, a cual mejor que Interpol, la CIA o la KGB.
Orwell y su 1984 llega a este 2021 como un guión adaptado a la realidad tangible. Ni el hombre más poderoso del planeta se ha salvado de la censura y con ello Zuckerberg y compañía toman vendeta de aquellas nerviosas interpelaciones en el Capitolio. Ironías de la vida, o giros, como diría la canción.
Trump no se queda a llorar. No le interesa ser víctima y nos abre otro mundo de oportunidad y competencia, dos palabras del léxico capitalista puro. Trump migra a otras redes y con él nosotros, hasta que un “FreeBook” sea inventado, tal vez por el mismísimo magnate y (ex)presidente en corto plazo. Trump es un peleador por naturaleza.
En medio queda la polémica, pero también el debate legal. Polémica porque somos testigos de la primera censura a gran escala, con móviles políticos e ideológicos, de nuestro tiempo pos moderno. Legal, porque si bien la Primera Enmienda prohíbe que el Gobierno y el Congreso de EEUU intervengan en la libertad de expresión, existe jurisprudencia que limita proclamaciones que atenten al orden constitucional o que generen desestabilización en los estados de la Unión.
Entonces, los argumentos de las Big Tech tienen por ahora legalidad (jamás legitimidad, pues cortar el derecho a expresarse es inaceptable), más allá del libre albedrío corporativo que algunos liberales esgrimen. Me refiero a eso de: dejad que la empresa privada obre…
En tanto y en cuanto Trump o los activistas de la libertad de expresión, incluidos liberales y conservadores (¿será libertarios?), no logren demostrar en la Suprema Corte que se han violado los derechos constitucionales y humanos de los ciudadanos (individuos), el tema quedará con saldo a favor de Facebook, Twitter, Amazon, Apple, Microsoft y sus cómplices progresistas.
Así de profundo es el tema, casi como ese Deep State del que se habla sin miedo hace un lustro.
Hacer comparaciones baratas y miopes con nuestra realidad boliviana (“Trump es igual a Evo”, “Trump es igual a Camacho”, “Trump es igual a Mesa”) son estupideces caseras. Acá se ha enfrentado la cabeza del mundo libre versus el proyecto hegemónico del globalismo. Punto.
¿Cuánto tardará tu red social en censurarte? ¿Acaso no te restringen algunos comentarios “políticamente incorrectos”? ¿Acaso no te obligan a morderte la lengua y hasta aguantarte un chiste porque puedes herir susceptibilidades?
No es Trump la víctima de la censura, lo somos todos.
La buena noticia es que nacen Parler, Gab o Telegram y con ellas el debate, al menos entre entendidos, para eliminar el monopolio tecnológico, las patentes indefinidas y la “sección 230” de la Ley de Decencia en las Comunicaciones, del cual gozan Zuckerberg, Bezos, Gates y otros multimillonarios.
Este 20/01/21, para poner una fecha exacta, cambiará el mundo, sea para bien o para mal, y eso incluye al mundillo de la tecnología y las redes sociales donde nos hemos recluido el último año al no poder salir más a las calles en busca y goce de nuestra libertad.
Señores, cibernautas todos, la nueva era ha iniciado…
Autor: Iván Rada